Sunday, June 12, 2005

soledad

Siglos antes de nacer -según me contó el pequeño de mis bisnietos, que por aquel entonces aún contaba con toda la historia en su memoria- barcos fantasmagóricos navegaron por mares azulados en los que yo (y cualquiera) tenía el derecho de llevar el timón del suyo, contradiciendo así las leyes sociales.Todos navegabamos solos, con la dulce promesa de, si en nuestro horizonte aparecía una isla del color del último rayo de sol, ahí fundaríamos un infierno floreado.
Aún me cuesta recordar como yo, ahora sólo con tres horas de memoria, izaba velas, soñando con poder ser algo más que soledad.
años, horas, segundos, aguanté tormentas que volvían denso y pesado el mar bajo mis pies; la sal comiéndome los huesos; el pavor devorando mis noches. Tanto pasó, que cada uno de los que habiamos sido elegidos para comenzar el mundo olvidamos cómo era esa isla, que podía haber
sido borrada de la faz de la inmensidad mucho antes de que llegasemos por esas incansables termitas que ahora, sin nada más que hacer, mordian el casco de nuestros curtidos barcos, y comenzaban a alimentarse de la memoria que nos había sido dada para que pudiesemos saber como debía transcurrir todo.
Una mañana -y ahora que muero lo sé- nadie dijo una palabra, pero el aleteo de una gaviota nos indicó que ya no quedaba nada más previsto..
ahora que sin querer nos habiamos encerrado en el círculo vicioso de la busqueda incansable, creando cada uno la suya propia, rompiéndo con los hilos de la vida común. Sin querer habiamos dejado que la soledad ganase lo que creíamos que nos pertenecía, y la deriva nos indicó que ese absurdo expermiento que los soñadores empezamos no era sino la
demostración de que solos nos perdemos, y perdemos la razón, como veo ahora que he muerto..

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